Reflexión

Reflexiones Esotericas

En este espacio relacionaremos algunas frases y relatos esotéricos de interés general. Los cuales se deberán leer detenidamente buscando la profundidad de los mismos.

Citas Bíblicas

Un relato que tiene un alto contenido esotérico es el escrito de la biblia en eclesiastés 12. 1-8 aquí lo transcribimos de la Biblia de Jerusalén y a continuación hablaremos del sentido del relato.


"Acuérdate de tu creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos , y se echen encima años en que dirás "No me agradan" mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas y retornen las nubes tras la lluvia, cuando tiemblen los guardas del palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras los que miran por las ventanas y se cierren las puertas de la calle. ahogándose el son del molino, cuando uno se levante al canto del pájaro y se enmudezcan todas las canciones.
También la altura da recelo y hay sustos en el camino, florece el almendro, esta grávida la langosta y pierde su sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada y circulan por la calle los del duelo; mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, vuelva el polvo a la tierra, a lo que era y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.
Vanidad de vanidades-dice Cohelet- : ¡todo vanidad!"
Eclesiastés 12 1-8
Sentido del relato
Versículo 2 Mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas y retornen las nubes tras la lluvia indican los vaivenes de lucidez y oscuridad, de alivio y de dolor, que se suceden en la vejez; se alivia una molestia y pronto viene otra a sustituirla;
Los guardas de la casa son los brazos o, quizá, la columna vertebral con todo el costillal, que sostienen a la persona;
 Los hombres fuertes son las piernas que se debilitan y encorvan en la vejez;
Las que muelen son las muelas y dientes que habrán disminuido o desaparecido.
Las que miran por las ventanas son los ojos. Como caso extraordinario de vigor en la vejez se nos propone el de Moisés, quien, a los 120 años, no había perdido su vigor ni se le habían oscurecido los ojos (Dt. 34:7).
Las puertas de afuera (v. 4) son, con la mayor probabilidad, los oídos, cuya capacidad también se merma en la vejez.
El ruido del molino simboliza, según Cohén, el poder del estómago para digerir el alimento.
Levantarse a la voz del ave indica la fragilidad del sueño de los ancianos, a quienes el menor ruido turba, o la disminución del tiempo necesario para dormir, por lo que están inclinados a levantarse tan pronto como comienzan a cantar los pájaros.
Las hijas del canto podrían ser las notas musicales (Cohén) o la música en general (Ryrie), cuyo aprecio suele disminuir en la ancianidad.
El temor a las alturas indica la dificultad para subir cuestas, escaleras, montículos, etc.
Los terrores en el camino indican el miedo a caerse o a cualquier otro accidente mientras andan.
Lo del florecer del almendro es la más difícil de toda esta serie de metáforas, por lo que muchos exegetas prefieren la lectura (posible) de: La almendra, fruto muy apreciado en Oriente (V. Gn. 43:11) será desdeñada, por falta de muelas en la vejez.
La langosta que se arrastra pesadamente indica la menguada movilidad de los ancianos.
Resultará ineficaz la alcaparra (lit.), la cual se usaba como condimento que estimulaba el deseo sexual, el cual habrá disminuido y, finalmente, perdido en la ancianidad.
      La última parte del v. 5, así como los vv. 6 y 7, nos colocan ya ante la muerte, cuando el hombre va a su morada eterna. "Los judíos, observa Cohén, todavía usan la frase Beth Olam, casa eterna, para designar al cementerio'. Esto se refiere al cuerpo, no al espíritu (comp. v. 7) y, dentro del contexto del Eclesiastés, no puede haber ninguna alusión a la otra vida, teniendo en cuenta también todo lo que dice el Apóstol en 1 Co. 15:35 y ss. El cuerpo de carne y sangre que ahora tenemos no volverá a existir. La vida debajo del sol ha terminado y vemos ya el funeral, con los endechadores, o lamentadores alquilados por la familia, haciendo el duelo por la calle, camino del cementerio. Los cuatro símiles del v. 6 son sumamente interesantes, rayando en el esoterismo: El cordón de plata es lo que llamamos 'el hilo de la vida', que se quiebra en la muerte; el cuenco de oro es (probablemente) el cráneo, que encierra el cerebro, lo más noble del organismo humano; el cántaro que se quiebra, es sin duda, nuestro frágil vaso de arcilla (2 Co. 4:7, comp con Gn. 2:7) y la rueda, la maquinaria necesaria para sostener el curso de la vida, se rompe sobre el pozo del que nuestro organismo recibía la constante provisión de 'agua' para el sostenimiento de la vida. De esta forma (v. 7), la persona se disuelve en sus dos elementos componentes (comp. con Gn. 2:7): el polvo que vuelve al lugar de origen (Gn. 2:7; 3:19), y el espíritu, el soplo que Dios introdujo por las narices, que vuelve a Dios que lo dio. Dice M. Henry, al final de esta porción: 'El hombre es una extraña clase de criatura, un rayo del cielo, unido a un trozo de barro; se separan en la muerte, y cada uno se va al lugar de donde vino. El cuerpo, el trozo de barro, vuelve a su tierra. El alma, ese rayo de luz, vuelve a Dios que, cuando hizo al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un aliento de vida, para hacer de él un alma viviente (Gn 2:7). El alma (debería decir, el espíritu o aliento -nota del traductor) no muere con el cuerpo; es redimida del poder del sepulcro (Sal. 49:15. El salmo trata de la 'vida' o de la 'persona', no del alma. Nota del traductor); puede subsistir y subsistirá en un estado de separación del cuerpo, del mismo modo que una candela brilla y arde, más y mejor, cuando se la extrae de la oscura linterna.
Consideraciones relacionadas con el eclesiastés
El autor de este libro no se ha determinado aunque es aceptado comúnmente que fue escrito por Salomón hijo de David. Cohelet es un vocablo que significa predicador.

Eclesiastés es el más breve de los escritos sapienciales. Su autor fue probablemente un sabio judío de Palestina del período en que la cultura helenística se hallaba en pleno proceso de expansión por todo el Oriente próximo. Sus esfuerzos estaban presididos por su amor a la verdad y por comunicarla de forma idónea, con las palabras más adecuadas (12.9–10). Fue un pensador original y crítico, que no se conformaba con repetir ideas ajenas o aceptar sin examen los postulados que la tradición daba por irrebatibles.
Más que un discurso pronunciado ante una asamblea, este libro parece un soliloquio. Es una especie de discusión del autor consigo mismo, interna, en la que frecuentemente considera realidades opuestas entre sí: la vida y la muerte, la sabiduría y la necedad, la riqueza y la pobreza. En esta contraposición de conceptos, los aspectos negativos de la realidad aparecen subrayados y como teñidos de un tono de hondo pesimismo. Sin embargo, en ningún momento llega Eclesiastés al extremo de menospreciar o negar cuanto de valioso tiene la vida; nunca deja de reconocer los aspectos positivos que forman parte de la existencia y la experiencia del ser humano; trabajo, placer, familia, hacienda o sabiduría (2.11, 13). Pero tienen un valor relativo, de modo que ninguno de ellos (ni cada uno de por sí, ni todos juntos) llega a satisfacer los anhelos más profundos del corazón.
Se interroga el Predicador por el sentido de la vida. Con absoluta sinceridad se plantea la cuestión que más le preocupa y que él reduce a términos concretos preguntándose: «¿Qué provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?» (1.3). Lo que equivale a: ¿Qué debe conocer, saber y hacer el ser humano para vivir de manera plenamente satisfactoria?
En busca de la respuesta que mejor convenga a esta pregunta fundamental, el escritor analiza y critica con sistemática atención los diversos caminos que podrían conducirle a su objetivo: el placer (2.1), la sabiduría (1.13) o la realización de grandes empresas (2.4). Pero descubre que al término de todos sus esfuerzos le espera idéntica decepción, la que él resume en las pocas palabras de su célebre aforismo: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad» (1.2; 12.8). Porque, en fin de cuentas, la actividad de Dios en el mundo es un misterio impenetrable para la sabiduría humana, incapaz ella misma de descorrer el velo que lo envuelve. Eclesiastés trata de descifrar el enigma de la existencia y de penetrar el sentido de las cosas apoyándose tan solo en su experiencia personal y en sus propios razonamientos.
Tu salvas al humilde pero humillas al soberbio, pues en el camino hacia Dios toda alma atraviesa las mismas etapas de desprendimiento de tribulación y de purificación. El hombre al conocer el bien y el mal se le dio la elección del libre albedrío .
Estas son reflexiones que el hombre debe replantearce día a día para llegar hacia Dios.